<A la Marquesa María de Plattir>
Un cantar enamorado
vibra en la alegre floresta;
el parque en luna bañado
está, esta noche de fiesta.
Fiesta de orgullo y quimera
que se celebra en honor
de ser esta la primera
noche de la Primavera,
tan buena para el amor…
Ya los pajes han servido
el vino, ya los bufones
su carcajada han reido;
ya lleno de insinuaciones
está el boscaje florido …
Por las sendas asombradas
de plátanos y laureles
se oyen perdidos rumores:
parejas enamoradas
de doncellas y donceles
van diciendo sus amores.
Y a lo lejos, en la umbría
misteriosa del jardín;
la dulce melancolía
de un amable bandolín
dice una galantería:
– Tiene el Conde tres doncellas
rubias como el sol de mayo,
sus pupilas son estrellas
mensajeras de fortuna;
sus pupilas son un rayo
tembloroso de la luna…
Ojos claros, ojos claros, ojos claros;
blanca tez…
La una es rubia, la otra es rubia, la otra es rubia…
¡Oh, qué rubias son las tres!
Calla la voz; a distancia
responde otra dulce voz,
envuelta entre la fragancia
de los jazmines en flor:
-Las doncellas
son las bellas
azucenas del jardín:
y son ellas
las estrellas
que una noche en que la luna se moría
se asomaron a la vida, sonrientes,
evocadas por las notas transparentes
de un violín…
De las quiméricas glosas
callan los dejos sutiles
y se pierden, vagarosas,
las parejas juveniles…
Solo se escuchan perdidos
rumores en las desiertas
sendas al amor abiertas;
tras los macizos floridos,
algunas risas despiertas
y algunos besos dormidos.
Luego, la voz, a lo lejos,
repite su languidez:
-La una es rubia, la otra es rubia, la otra es rubia…
¡Oh, qué rubias son las tres!
Y el eco leve, sonoro,
lejano, del bandolín:
-Las doncellas
son las bellas azucenas del jardín…
El poema de Tomás Morales «Serenata» se encuentra incluido en el libro primero de <Las Rosas de Hércules> Barral Editores, 1977.

me encantó